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¿SE DEBE CELEBRAR EL 1° DE MAYO?

El Día del Trabajador (como es comúnmente conocido) o el Día Internacional del Trabajador (como está establecido en los calendarios internacionales), no es un día más para los argentinos. En nuestra cultura, días conmemorativos como estos son celebrados con bombos y platillos, no pudiendo faltar los asados, las reuniones familiares y/o con compañeros de trabajo y la tan evocada frase por las personas al ser requeridas para la más mínima tarea que nos rememora al Sabbat de los judíos: “Hoy es mi día, no hago nada”.

Como ustedes sabrán, lograr el derecho de los trabajadores tal cuál lo podemos gozar hoy, tanto con sus aciertos como con sus errores, no es tareas de sólo un siglo atrás. En cada etapa histórica el hombre tuvo su pequeña lucha, ya sea contra sus propias limitaciones o contra las limitaciones impuestas por reyes o Estados, para alcanzar aquello que nos haga sentir dignos y orgullosos, pudiendo explotar nuestras capacidades al máximo y permitirnos evolucionar como personas y como sociedad, generando un conglomerado de situaciones que debían ser reguladas de alguna manera. En la antigüedad era el jefe de las castas quien decidía las tareas y quien las dividía; lo mismo ocurría en la antigua Roma con las Gens en un principio y posteriormente con el paterfamilias, dotados de poder suficiente para la toma de decisión respecto del funcionamiento del trabajo interno. Sin ir tan lejos históricamente en los feudos las decisiones y distribuciones del trabajo estaban a cargo de los señores feudales, quienes, además de gozar de ciertos privilegios, impartían las normas que regirían y permitirían el intercambio de bienes (trueque) que generaría los Mercados y Ferias, dándole paso al Comercio. Pero las leyes en sentido estricto no aparecerían sino hasta fines de siglo XIX principios del siglo XX tras años de explotación y lucha.

Los avances tecnológicos no son una novedad en la historia del hombre y menos en la historia del trabajo. Cada herramienta de trabajo que fue desarrollada, en su época fue la más maravillosa y útil invención. Al fin y al cabo caemos en cuenta de que cada invención desarrollada por el hombre fue adaptada al trabajo. Una rueda que serviría para que el hombre se pueda movilizar con mayor velocidad, rápidamente fue adaptada para el trabajo, miren si no es importante la evolución.

Hoy en día las mayores herramientas que tiene el trabajador para desarrollar sus tareas y explotar sus capacidades no son ni un martillo ni una pala ni una rueda, sino la educación y la ley. La educación porque le permite al trabajador evolucionar y no alienarse en sus conocimientos y aportar a la generación de más trabajo; y la ley porque dota de protección al trabajador a fin de que pueda realizar sus tareas sin que éstas puedan verse afectadas por la voluntad de terceros.

Ahora bien ¿Qué le dio origen a esta celebración? El Día del Trabajador tiene sus orígenes en la Revolución Industrial en los Estados Unidos a fines del siglo XIX. Para ser más preciso, fue en la ciudad de Chicago en donde un gran número de personas desocupadas de otros estados o incluso de otros paises, con expectativas de un buen futuro, confluyeron y terminaron formando las mas pobres villas en donde se vivía en condiciones infrahumanas.

Las pésimas condiciones laborales que tenían los trabajadores dieron lugar a movimientos obreros que tenía como principal bandera de reclamo la reducción de la jornada laboral a 8 horas. Un reflejo de ese reclamo lo otorgaba la máxima de: “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. No está demás recordar que la jornada laboral generalmente se extendía de sol a sol, es decir, desde el amanecer hasta el ocaso, simplemente por una cuestión de luz. No se limitaban al trabajo de los hombres, sino también que lo hacían mujeres y niños.

Recién en el año 1868 fue promulgada la Ley Ingersoll por el presidente norteamericano Andrew Johnson, la cual otorgaba a los trabajadores lo que tanto habían reclamado: jornada de trabajo de ocho horas. Otros 20 estados se plegaron a la medida y comenzaron a sancionar leyes estableciendo la jornada de ocho horas. Pero hecha la ley hecha la trampa: se reservaban el derecho de aumentar las horas en caso de ser necesario. Obviamente esto produjo una falta de cumplimiento de la idea original por lo que se propagó el reclamo y las movilizaciones.

El 1 de mayo de 1886, una gran cantidad de trabajadores decidió hacer algo respecto de sus derechos: 200.000 trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200.000 simplemente amenazaban con realizar un paro. En Chicago se extendió hasta los días 2 y 3 de mayo. Fueron justamente los días dos y tres de los más violentos cuando alrededor de 50.000 personas, que se encontraban haciendo huelga frente a las puertas de la fábrica McCormik, intentaron ser desalojados por la policía generando una verdadera batalla campal que culminó con seis muertos y varias decenas de heridos debido a los disparos que realizó la policía.

El 4 de mayo se realizó un acto en la plaza Haymarket que pasaría a ser recordada en la historia como la “Revuelta de Haymarket”. A ese acto asistieron 20.000 personas que fueron violentamente reprimidos por la policía hasta que un artefacto explosivo mató un policía generando una balacera que terminaría con un numero indeterminado de muertos del lado obrero. Por este hecho se declaró el estado de sitio y el toque de queda, procediéndose a detener a trabajadores que fueron duramente golpeados y torturados, y acusados por el asesinato del policía. Un total de ocho personas fueron enjuiciadas en un proceso que se considera que violó todo tipo de normas, siendo tres de ellas condenadas a prisión y cinco condenadas a muerte. A finales de mayo de 1886, tras los graves incidentes que le costó la vida a muchas personas, distintos sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros.

No es mi intención hacer un tedioso análisis histórico de los sucesos ocurridos en 1886 sino simplemente reflejar los beneficios de los que hoy gozamos y los cuáles no valoramos y mostrar cuánto costó y seguirá costando, mediante el trabajo y la lucha de los distintos sectores para mejorar las condiciones laborales. Hoy en día Argentina es el país latinoamericano con el limite más alto en la cantidad de horas de trabajo: 8 horas diarias y 48 horas semanales. Respecto a las horas, si bien las condiciones pueden ser mejoradas por un convenio colectivo de trabajo o un estatuto profesional, nuestro país se ha estancado en materia legal desde los hechos de mayo de1886.

Ahora volvemos a la pregunta principal: ¿Debemos celebrar el 1° de Mayo? Todo indica que si, pero tampoco hay que dormirse en los laureles. Aún queda mucho por hacer, mucho por lograr, mucho por evolucionar en materia de derecho laboral. Debemos educarnos y educar a nuestros hijos en una cultura que parece que de a poco se está perdiendo, que es la del trabajo; siendo reemplazada por la cultura del festejo. Hoy en día cualquier motivo es susceptible de festejo pero no cualquier hecho es motivo de trabajo. Como claro ejemplo de ello resulta el hecho de que somos uno de los países con mayor cantidad de feriados en el año calendario. Un hombre sabio me dijo una vez que su forma de festejar que era trabajador era haciendo bien su trabajo, dedicándose, en pocas palabras: trabajando. La historia nos enseño que ser trabajador se festeja todos los días porque los logros conseguidos con el paso de los años los vemos día a día al realizar nuestras tareas.

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